3.17 Homer at the bat

"Homer at the bat" fue uno de los primeros episodios con esa aura de que el programa tenía algo especial, un sentido despreocupadamente épico. Al momento de su estreno su calidad era innegable, pero su brillantez en todos los aspectos sólo se haría evidente, en retrospectiva y contraste no sólo con el futuro catálogo simpsoniano, sino con la televisión de los próximos quince años. Hasta el momento sólo South Park me provoca la misma sensación de "esto es demasiado bueno para estar en TV".

Del episodio también nació una de las referencias más rebuscadas y complejas a las que nos tocó acudir. Cerca del clímax de la historia, el señor Burns ve desintegrarse el equipo de jugadores profesionales que había formado para vencer al equipo de Shelbyville, por lo que acude a sus empleados para que salgan de la banca y tomen el puesto de sus estrellas titulares. Todos saltan felices de poder participar en el juego, pero Burns detiene a Homero y le hace notar que su posición en el campo sigue ocupada por Daryl Strawberry, el único jugador que no faltó al juego.


A inicios del 2003 Sara y yo trabajábamos juntos en las oficinas de un periódico. Desde hacía cierto tiempo se habían dado trabajos de remodelación al espacio, poniendo alfombras nuevas y cambiando las rudimentarias mesas por agradables semi-cubículos. Un día llegamos y emocionados nos topamos con que el más reciente cambio nos había dotado de computadoras nuevas para todo el departamento. En vista de que los cacharros prehistóricos que usábamos habían comenzado a afectar nuestro trabajo por su pobre rendimiento, dimos varias maromas por tan lindos juguetes nuevos.

Yo me senté frente a mi equipo relamiéndome los labios, pero Sara se dejó caer en su silla, incrédula. Todas las computadoras habían sido reemplazados por nuevos modelos, salvo la suya, la más primitiva de todas. Se giró hacia mi y me dijo, con una mezcla de tristeza y sorpresa: "¡Daryl Strawberry!"

Ah, Los Simpsons... una referencia para toda ocasión.

5.3 Rosebud

Yo sólo conozco una canción de los Ramones.

Se llama Happy Birthday to you!

Happy Birthday to you! (Happy Birthday!)
Happy Birthday to you! (Happy Birthday!)
Happy Birthday, Burnsey,
Happy Birthday to you!

1.2 Bart is a genius

El primer episodio de Los Simpsons que vi fue el primer y único episodio transmitido en canal 5 de Televisa: el Especial de Navidad, que apareció en las pantallas mexicanas al menos un año antes de que Televisión Azteca la convirtiera en su propiedad más lucrativa. Antes de esto, que probablemente fue alrededor del 90 ó 91, ya había tenido un primer y muy confuso contacto con la serie.


Esta imagen apareció en un artículo llamado "Llega la fiebre amarilla" (o algo por el estilo) en el periódico estudiantil Raza Estudiante (que luego cambió su nombre a Nave, y que supongo continúa en circulación). La publicación tenía apenas tres años, pero me encantaba su contenido divertido y diferente. Mi padre, maestro de preparatoria, siempre me traía un ejemplar. Un enorme texto ocupaba dos páginas y estaba coronado por esta imagen de un mono pobremente dibujado, con ojos de sapo y cabeza que terminaba en picos.

Poco tiempo después llegaría a la conclusión de que la autora del texto, una profesora de universidad, pudo disfrutar de Los Simpsons antes de que se transmitiera en México gracias a una antena parabólica (dudo que haya sido por cable, aunque podría estar equivocado), pero cuando lo leí me sentí profundamente confundido. Malamente, la autora escribió su artículo como si ya todos estuvieran familiarizados con esta serie que estaba causando sensación en los Estados Unidos, y a la tierna edad de los 12 años la lectura me pareció deprimente y alienante.

El análisis estaba lleno de lugares comunes cuando todavía no se convertían en lugares comunes. Recuerdo que en sí su mensaje era que "estas caricaturas tienen un atractivo adulto", lo cual le parecía sorprendente. Es cierto que Los Simpsons alteraron el panorama de la animación en televisión de manera decisiva, pero vamos: animación con sensibilidad adulta se ha venido haciendo desde finales de los sesenta. Así que quizá más que llevar la animación a un público adulto, Los Simpsons fueron integrales en romper el prejuicio imperante de que la animación era solo para niños, algo que muchos animadores desde el principio podían haberte dicho que no era cierto.

Particularmente recuerdo una frase, palabra palabra, de su cierre: "¿O cuándo se ha visto que en una caricatura una niña se vaya sola en las noches con un jazzista callejero?" No condenaba al programa, para nada, pero su presentación como ruptura sociológica estaba impregnada por los propios prejuicios de la profesora. Cuando finalmente la serie se estrenó en México, recuerdo que aunque se trataba de un planteamiento de animación diferente, con más en común con programas de comedia con actores que con Las Tortugas Ninja, no encontré nada perturbador o tabú en Los Simpsons. Quizá todavía no estaba contaminado con prejuicios adultos o aún le había puesto candados a lo que debían ser o no las caricaturas.

(Aunque recuerdo muy bien el tratamiento prácticamente obsceno de la revista Video-Risa, en el que por alguna razón estaban convencidos que Lisa tenía tendencias nudistas.)

El artículo me produjo una insoportable curiosidad por varias semanas, una joya más de ese exótico y maravilloso manjar que era la televisión norteamericana. Poco a poco lo fui olvidando, y sacié mi apetito con las calcomanías y otros productos que comenzaron a aparecer en las tiendas todavía antes de que estrenaran el programa. Cuando finalmente se estrenó y en "Bart es un genio" apareció Bart de frente (la pose más complicada de los personajes de Groening) recordé al mono de años atrás, de picos en la cabeza impreso a blanco y negro en Raza Estudiante. Lo que en aquel entonces me pareció confuso y misterioso ahora lo disfrutaba con una tremenda familiaridad: la analítica profesora, enfrascada en su discurso sobre la crítica social, había omitido por completo que se trataba de la pieza de televisión más humorística en décadas. Los dinosaurios podrían haber notado desde el principio que era una ruptura, un cambio de actitud en comparación con todo lo que le precedió. Pero para mi generación, los que crecimos con Los Simpsons, fue lo más natural del mundo. La transgresión nos pasaba por encima, porque ver que se empujaban los límites del entretenimiento era, sin saberlo, el pan de cada día. Un acto reflejo de la época.

Además de ser mi primer contacto con Los Simpsons, a "Bart is a genius" también lo recuerdo con afecto por profetizar una situación en la que me encontraría, muchos años después, con todo y la tristeza y desesperación en la que se encontró Bart. Aunque después le bajarían al realismo en sus historias, algunos episodios han tocado muy, muy profundo, como ya lo comenté alguna vez.